“But Paris was a very old city and we were young and nothing was simple there, not even poverty, nor sudden money, nor the moonlight, nor right and wrong nor the breathing of someone who lay beside you in the moonlight.”

E. Hemingway.
"París era una fiesta"


Monday 5 December 2016

¡Casita, no ardas!


Hay libros de los que no se regresa. Hay libros que te instalan para siempre en el corazón un borboteo de lágrimas cuyo ruido sordo supera cualquier lluvia, sobre todo durante la noche, pero también en cualquier momento en que hagas silencio por dentro.

 No sé cuál imagen me hace sufrir más, si la de esa madre que observaba en silencio, sin una lágrima, cómo su casa era consumida por el fuego mientras sus tres hijitas gritaban desconsoladas: "¡Casita, no ardas, no ardas!", o la del niño que corrió a abrazar a la enfermera nazi porque su uniforme blanco era igual al de la madre muerta, sin saber que aquella mujer estaba allí para sacarle sangre a él y decenas de otros pequeños huérfanos, para transfundirla a los soldados alemanes heridos.

Sé que por cada capítulo me es más difícil reconciliarme con la naturaleza humana. Cualquier bestia nos supera, entonces y ahora, y quizás es ése el motivo de nuestra saña para con los animales: la envidia.






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